Durante la época colonial esta danza se utilizaba para evangelizar aquel puñado de hombres rebeldes que se resistían a dejar atrás sus ritos y costumbres indígenas llenas de religiosidad.
Los gachupines son adoptados por nuestra gente mestiza que desea ridiculizar a aquellos que han cambiado su vida cotidiana.
Los representan vistiendo saco y pantalón de casimir negro, gorra o cachucha a la usanza española; se colocan una máscara con los rasgos de la raza blanca; la mayoría lleva un cigarro prendido en la boca y en la mano un paliacate para poder espantar los mosquitos existentes en estas tierras cálidas del sur (actualmente ya se ha establecido como un adorno especial de la danza, que además les sirve para dar giros con sus manos, cambiando el pañuelo de gran colorido al ritmo del suave violín que los acompaña durante el desarrollo de evoluciones contrastadas).
Junto a ellos, el huesquixtle (personaje que se hace el gracioso), que juega con la multitud observadora y distrae a los chiquillos que boquiabiertos gozan de las danzas de su pueblo. Las regiones Norte, Centro y la Costa Chica disfrutan frecuentemente de estos bailes.
Durante la evolución ante la roja granada cada uno toma la punta del listón de color que le corresponde para ir cruzando entre los demás, al mismo tiempo que van trenzando el palo que la sostiene; finalizan al son del violín, que llora en el rasgueo y tallar de sus cuerdas. ¡La conquista se ha dado!
¡Que bonita mi tierra y sus tradiciones! Me encantas Guerrero.
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